m,La emoción era enorme… fue una cesárea y yo estaba esperando afuera del quirófano para entrar y conocer a mi hijo en sus primeros respiros fuera del vientre de su madre.
Logramos pactar con su madre que yo entraría al quirófano y ha sido una de las experiencias más hermosas de mi vida.
Y ahí estaba yo, esperando que la operación avance y que me llamen para entrar a la sala. Vestido como un doctor más, me sentía super importante y la verdad con pocos nervios.
Mientras esperaba afuera tenía una ligera idea de que me encontraría allí. Ya había visto varios videos sobre cesáreas y aunque no son los más agradables visualmente, te preparan mucho para manejar las expectativas y los nervios de ese momento.
«En serio futuros papás, si pueden prepararse y lograr entrar a ese momento háganlo, no se van a arrepentir”.
Bueno, donde iba… ah sí, mientras esperaba los nervios empezaban a hacer efecto, pensé que entraría junto con el equipo de doctores desde el inicio pero esperaron a tener todo listo y que mi hijo esté a punto de salir para que yo pueda ingresar.
Tiene sentido, un tipo emocionado, gritando y ansioso seguramente pueda estorbarles más que aportar.
Cuando finalmente una enfermera cruzó el pasillo y me pidió que la acompañara, al fondo de la sala estaban los doctores haciendo su trabajo y yo mirando como mi hijo salía al mundo.
Me quedé atónito, helado y muy quieto mientras grababa en vídeo ese mágico momento.
El pecho se me llenó de orgullo, de alegría y varias lágrimas salieron.
Mi hijo nació muy grande, sano y fuerte. Ver sus 3.8kgs por primera vez fue amor a primera vista.
No les voy a mentir, al principio esperaba que salga gritando y llorando muy fuerte pero se demoró unos pocos segundos hasta llegar a la mesa del pediatra. Una vez allí cuando limpiaron sus vías respiratorias pudo gritar con todas sus fuerzas y el alma me volvió al cuerpo.
No pude cargarlo ya que debían limpiarlo, revisarlo y prepararlo pero pudo escuchar mi voz y siento que ahí en ese preciso momento nuestro vínculo empezó a consolidarse.
Finalmente y luego de varias horas de espera en la habitación, mi hijo llegó. Envuelto como un paquetito de nieve en una cobija blanca tejida por su abuelita llegó a mis brazos. Jamás olvidaré ese momento y jamás dejaré de sostenerlo en mis brazos.

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